Los Límites, una Estructura Necesaria para Vivir en Comunidad
- Elvira A
- 10 ene 2020
- 2 Min. de lectura
Muchas veces, cuando los padres escuchan la palabra ‘límites’, pareciera que escuchan ‘castigos’, sin embargo, los límites son parte de sus vidas y de las de sus hijos.
El semáforo de la calle es un límite. Abrocharse el cinturón en el coche o en el avión, es un límite. Tener una hora para irse a la cama, es un límite. Estos son apenas unos poquititos ejemplos...
Los límites nos permiten vivir en una sociedad de manera armoniosa. En muchos casos, son los límites los que nos marcan hasta dónde llega nuestra libertad y en dónde empiezan los derechos de los demás.
Si hacemos conciencia de ello, vamos a darnos cuenta que los límites son los que nos dan la estructura para vivir en comunidad, y en el caso de nuestros hijos, son los que les dan seguridad.
Cuando somos consistentes con los límites, los niños saben qué esperar de nosotros. Asumen más fácilmente cuales son las reglas y las cosas fluyen mejor.
Si los rompemos ‘de vez en cuando’, los niños se confunden, pero además, aprenden que si insisten, quizás cambiemos de opinión. Entonces puede que un día seamos muy firmes con el límite, y otro, por cansancio, acabemos cediendo ante la presión, causándonos enojo hacia él y hacia nosotros mismos.
Poner límites no es fácil, especialmente si no tenemos el hábito, y/o si no lo comenzamos a hacer desde que los niños son pequeños. Cuando no lo hemos hecho, conlleva un gran esfuerzo, pero si somos consistentes, a la larga va a redituar en la relación con nuestros hijos.
En un inicio, los niños que no están acostumbrados, se van a resistir, pero si no cedemos y hacemos un esfuerzo para mantenernos con calma, entendiendo que lo que estamos haciendo es por el bien de ellos, poco a poco van a ser menos persistentes, ya que van a entender que no vamos a cambiar de opinión.
Es importante poner límites poco a poco, no todos de un jalón, y sin titubear. El límite que ya se estableció, se debe respetar desde ese momento en adelante, a menos que las circunstancias o la edad del niñ

o cambie. Por ejemplo, si nos vamos de viaje, o hay un evento especial; o si la hora de dormir era a las 7:30 pm cuando tenía 2 años, y una vez que cumple los 3 o 4 años, quizás cambie el horario a las 8.00 pm.
Veamos los límites como algo que es bueno para los niños y para nosotros mismos. Si lo hacemos, nuestros hijos se van a sentir contenidos, y definitivamente, van a estar mejor.
¡Poner límites es amar a nuestros hijos!
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